El Señor Nrsimha Deva en el Sri Caitanya Lilamrta

Siguiendo el programa que se había trazado, el Gran Maestro Sri Caitanya visitó el templo de Jiyada Nrsimha, un lugar de peregrinaje situado en las riberas del río Godavari, que le recordaba al sagrado Yamuna. Cuando Sri Caitanya vio la Deidad del Señor Nrsimha-deva, ofreció Sus respetos postrándose en el suelo cuan largo era. El amor por el Señor le transportó, y en éxtasis comenzó a danzar, cantar y ofrecer incontables oraciones. Él recitó:

sri nrsimha jaya nrsimha, jaya jaya nrsimha prahladesa jaya padma-mukha-padma-bhrnga

“¡Toda gloria a Nrsimha-deva! ¡Toda gloria a Nrsimha-deva, el Señor de Prahlada! Él contempla perennemente, con gran felicidad, el bello rostro de loto de Laksmi, la diosa de la fortuna”. A continuación recitó otro verso en alabanza al Señor Nrsimha-deva: “Aunque la leona es sumamente feroz, ella es muy afectuosa con sus cachorros. De la misma manera, aunque Nrsimha-deva es muy fiero y agresivo con aquellos que son contrarios a los devotos, como Hiranyakasipu, aun así Él es muy suave, gentil y bondadoso con Sus devotos, como Prahlada”. El sacerdote trajo la guirnalda y los remanentes del Señor Nrsimha-deva y los ofreció al Gran Maestro Sri Caitanya.

En esta ocasión, en vez de invocar al juvenil y encantador flautista de Vraja, Nimai invocó a Krsna como el poderoso guerrero que sostiene el terrible arco Saranga. Luego comenzó a danzar de manera maravillosa, como lo hace Siva en plena ira para destruir todos los mundos. La bella danza de Nimai no sólo atrajo a los habitantes de Navadvipa, sino que también hechizó profundamente a Sus compañeros como Srivasa, quien también danzó enloquecido. El asombroso baile de Nimai atrajo a todos los dioses del cielo y cautivó sus mentes por completo. Mientras tanto, la procesión llegó a la casa del Kazi, en medio de una atmósfera poderosamente sobrecargada. La muchedumbre invadió el hogar del Kazi, quien rápidamente huyó atemorizado. Cuando la ira de Nimai se apaciguó, envió a algunos caballeros a buscarle. El asustado Kazi fue e inclinó su cabeza respetuosamente ante Nimai desde cierta distancia. Nimai le pidió que se acercara y le ofreció un asiento a Su lado. Luego dijo en tono jocoso: “¡He venido a verte como tu huésped! ¿Por qué corriste a esconderte?” El Kazi contestó: “Viniste muy enojado, así que me mantuve tan lejos como pude. Ahora que Tu ira se ha aplacado, he venido a verte. En verdad me siento muy afortunado de tenerte como huésped. Yo solía llamar tío a Tu abuelo Nilambara Cakravarti. Así que en cierto sentido, Tú eres mi sobrino. Los tíos siempre toleran los excesos en el comportamiento de sus sobrinos, y los sobrinos no toman en serio las ofensas de sus tíos”.

A continuación se originó un debate entre Nimai y el Kazi. Nimai dijo: “Mi querido tío, he venido a hacerte algunas preguntas”. “Bien, ¿qué tienes en mente?”, contestó el Kazi. Nimai expresó: “Tú bebes leche de vaca y por tanto la vaca es considerada como tu madre. El toro ara y prepara los campos para cosechar granos nutritivos que te sirven de sustento. Puesto que el toro y la vaca son considerados como tu padre y tu madre, ¿cómo puedes matarlos para alimentarte de ellos? ¿Qué clase de conducta y de estructura religiosa es ésa? ¿En qué te basas para incurrir en actividades tan pecaminosas?”.

El Kazi contestó: “Tú tienes Tus Escrituras, los Vedas y los Puranas; nosotros tenemos nuestra propia Escritura conocida como el sagrado Corán. De conformidad con el Corán, hay dos clases de progreso: uno, incrementando nuestro deseo de disfrute, y el otro, disminuyéndolo. En el sendero para aminorar el deseo de disfrute, se prohíbe la matanza de animales”, explicó el Kazi, y continuó: “Sin embargo, en las actividades prescritas para el disfrute, hay regulaciones para matar a las vacas. Esa matanza se lleva a cabo bajo la guía de las Escrituras y por lo tanto no se incurre en pecado. También en Tus Escrituras hay preceptos para la matanza de las vacas. Basándose en ellos, los grandes sabios ejecutan sacrificios y las matan”.

Al escuchar esto, Nimai replicó sin demora: “En los Vedas se ha establecido claramente que no se debe matar a las vacas. Así pues, ningún hindú debe infringir ese mandato. En los Vedas y en los Puranas se declara que si uno puede revivir a una entidad viviente, podría matarla para realizar un sacrificio. Los grandes sabios a veces sacrificaban los animales viejos mediante la entonación de Mantras védicos, para volverlos de nuevo a la vida y rejuvenecerlos. Matar y rejuvenecer animales viejos o inválidos no es considerado matanza, sino una acción que redundará en su beneficio. Anteriormente, los poderosos Brahmanas podían ejecutar tales sacrificios mediante el canto de Mantras védicos. Sin embargo, en la presente era de Kali esto no se cumple porque ellos carecen de ese poder. Por consiguiente, la matanza de vacas y toros con el fin de rejuvenecerlos ha sido estrictamente prohibida”. Nimai continuó: “Se dice en las Escrituras que en esta era de Kali se prohíben cinco tipos de actividades: La primera, ofrecer un caballo en sacrificio; la segunda, ofrecer una vaca en sacrificio; la tercera, aceptar Sannyasa, la orden de vida renunciante; la cuarta, ofrecer carne a los antepasados, y la quinta, que un hombre procree hijos con la esposa de su hermano. Puesto que en tu religión no hay instrucciones para devolver la vida a un animal al cual se le ha dado muerte, entonces eres responsable de su muerte y sin duda alguna irás al infierno. De ese modo, no habrá posibilidad de que alcances la liberación. Aquellos que matan las vacas son condenados a pudrirse en el infierno tantos miles de años como pelos haya en el cuerpo del animal. En tus Escrituras hay muchos errores y mitos. Al ignorar la esencia del conocimiento, los recopiladores del sagrado Corán dieron preceptos contrarios a la razón y a las conclusiones correctas”.

Al escuchar los razonamientos de Nimai, el Kazi quedó estupefacto y aceptó su derrota. Humildemente dijo: “Mi querido Nimai, has dicho la verdad. Nuestras Escrituras han sido formuladas y desarrolladas recientemente. En realidad, no son filosóficas ni lógicas. Sé bien que nuestras Escrituras están llenas de mitos y errores. Sin embargo, debido a que soy mahometano, estoy en la obligación de aceptarlas aunque sus bases filosóficas sean insuficientes”.

Finalmente, el Kazi acordó que no interferiría con el Sankirtana, el canto de los santos nombres en público. Tanto el Kazi como sus descendientes honraron la promesa, tal como Nimai lo había pedido. Después, el Kazi le dijo a Nimai: “Quiero decirte algo en privado”. Luego continuó: “Cuando fui a las casas de los hindúes, destrocé sus tambores, prohibiendo el canto de los santos nombres de Krsna. Por la noche, vi en sueños a un león sumamente feroz que rugía atronadoramente. Tenía el cuerpo de un hombre y el rostro de un león. Mientras yo dormía, el león saltó sobre mi pecho, riendo y rechinando sus dientes fieramente. Luego colocó sus garras sobre mi pecho y dijo con voz grave: `Yo rasgaré tu pecho en dos de la misma forma como tú rompiste los tambores Mrdanga. Tú interrumpiste el canto de los santos nombres de Krsna en congregación, ¡así que hoy Yo te destruiré!’ Me sentí aterrado, cerré mis ojos y comencé a temblar. Al verme tan asustado, el león me dijo: `Te he vencido para enseñarte una lección, pero seré magnánimo contigo. Aquel día, el disturbio que creaste no fue tan grande, así que te perdonaré la vida. No obstante, si vuelves a incurrir en tales actividades no seré tan tolerante. Te mataré a ti, a tu familia y a todos los que comen carne’. Después de decir esto, el león desapareció. Hasta ahora no le había relatado esta experiencia a nadie”. Por último, el Kazi le mostró a Nimai las señales que el león había dejado en su pecho. Todos pudieron ver esas marcas y escucharon acerca de este asombroso suceso.

A Su regreso de la morada del Kazi, Nimai se detuvo en el hogar del humilde Sridhara, y complacido aceptó agua en una taza de metal rota. La divina misión de Nimai progresaba rápidamente. Logró que la gente de Navadvipa cantara los santos nombres de Krsna y libró a todos del temor a la opresión. Su misión en Navadvipa había tenido mucho éxito y pensó que pronto debería abandonar esa ciudad.

 

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